En
la soledad de mi habitación, tratando de entender al mundo y a la humanidad,
escuché una voz que me preguntó:
¿Quién
eres?
Soy
un profesionista -contesté.
Te
he preguntado quién eres, no a que te dedicas.
Soy
una persona casada.
Te
he preguntado quien eres, no si estas casado.
Soy
el padre de tres hijos.
Te
he preguntado quién eres, no cuántos hijos tienes.
Así
siguió cuestionándome; respondiera yo lo que respondiera, no podía dar una
respuesta satisfactoria a la pregunta “¿Quién eres?” Imaginé que la voz que
preguntaba era Dios, y contesté:
Soy
cristiano.
Te
he preguntado quién eres, no cuál es tu religión.
Insistí
y agregué: - Soy una persona que va a la iglesia y que ayuda a los pobres y a
los necesitados.
No
te he preguntado cómo tranquilizas tu conciencia, sino ¿quién eres?, y añadió:
-¿No te das cuenta que eres un ser humano, hijo del amor y heredero de la
grandeza de Dios? Yo deseo comprender al hombre, pero hay cosas que me
confunden; te pido que ahora tú me ayudes, contestando algunas de mis
preguntas. Tal vez en tus propias respuestas puedas encontrar lo que buscas.
Asustado,
le dije: -Señor, ¿qué quieres de mí? ¿qué te puedo decir yo que tú no sepas?
¿Qué
han hecho los seres humanos con ese don que refleja la divinidad, la máxima expresión
de Dios,
al que ustedes han llamado creatividad?
Señor,
hemos realizado grandes avances científicos, tecnológicos: robots,
computadoras, inteligencia artificial; hemos alcanzado otros planetas con
nuestras máquinas espaciales; en fin hemos creado una tecnología que ha hecho
progresar al mundo.
No
lo dudo -me contestó-, ¿Por qué maquinas para matar y destruir? ¿Por qué
cámaras de gases y armas biológicas? ¿Por qué medios enajenantes que embrutecen
a lo mejor de mi creación?
Señor,
-repliqué- hemos hecho muchas cosas buenas, por ejemplo, en Medicina: los seres
humanos vivimos mucho más tiempo que cuando tú nos creaste originalmente. La
longevidad se ha incrementado y el mundo es más feliz por ello. Tal vez, hasta
alcancemos en un futuro la inmortalidad.
Han
avanzado en materia de longevidad, sí pero explícame qué han hecho con mi más
grande obra maestra, el cuerpo humano. Lo han corrompido y ridiculizado y lo
exhiben con morbo, como algo bajo. En él puse todo mi talento y ustedes se han
encargado de degradarlo. Ya esa maravilla que es el cerebro, con su potencia
infinita, le han drogado con enervantes, convirtiendo a los seres humanos en
despojos, transformando la inteligencia en imbecilidad.
Pero
Señor, todos los días buscamos nuestra propia perfección.
¿Perfección?
¿Llaman perfección a la elaboración de drogas y a las técnicas quirúrgicas que
acaban con la vida humana? Veo tu aberrante tecnología destruir, en el vientre
de una madre, una vida antes de nacer, desgarrando
cuerpos herederos de Dios y arrojándolos a la basura. Ustedes le llaman aborto,
yo le llamo asesinato. ¿Es eso ejercer la libertad? ¿Acaso entiendes lo que
ésta significa?
Señor, hemos ido
avanzando en la democracia. Bueno, algunos países apenas se están emancipando
de la esclavitud del comunismo, pero el mundo camina hacia la libertad.
¿A eso le llamas libertad? La libertad no es un sistema político en el que unos pocos explotan a otros, ni es para que cada quien, con el pretexto de ser libre, haga lo que se le pegue la gana. Hijo mío, entiende: libertad es sobre todo responsabilidad.
¿Responsabilidad ante
quién?
Ante ti mismo.
¿Por qué es importante
la responsabilidad?
Todo lo que yo te he
entregado es para que fructifique, en ti se sintetiza toda la Creación. Eres una
auténtica obra maestra pues tu potencialidad es infinita.
Entonces, ¿por qué
cometemos tantos errores?
Te he dado la capacidad
de equivocarte para que nunca dejes de aprender, te he dado la opción de incurrir
en injusticias para que, ofendido, te levantes y luches por un espíritu
superior, forjando un mundo mejor. Te he dado la máxima manifestación de amor,
que es tu capacidad de perdonar; en la medida en que perdones, crecerás en el
amor, además, deseo que cumplas tu misión histórica.
¿Una misión? ¿Cuál es
mi misión?
Que trasciendas a tu
tiempo, que enfrentes tu compromiso de vivir y tu compromiso de amar. No te he
dado vida para que la desperdicies y vivas casualmente y en la mediocridad.
¿Con qué debo
comprometerme? -repliqué.
Con un valor superior
que se llama fraternidad. Quiero que tú crezcas en el amor y que aprendas a dar
y dar hasta que duela.
¿Dar hasta que duela?,
no entiendo -replique.
Si solamente das lo que
te sobra, jamás conocerás la generosidad. Da lo mejor de ti mismo, entonces
sabrás lo que es el amor auténtico.
¿A quién debo dar,
Señor?
A ese niño abandonado
que ahora deambula por las calles de tu ciudad, ese ser que necesita de alguien
que lo ame, que necesita comer y que esta noche, tal vez, tenga que recurrir a
la inhalación de cemento para olvidar su hambre y su falta de amor, y cuya única
compañía sea, quizá, un perro vagabundo. Búscalo, descubre todo el ser
potencial en él y ámalo, como si fuera tu hijo.
Pero Señor, yo tengo
mis propios hijos.
¡BASTA! No acabas de entender
que todos los seres humanos son hijos míos y por tanto hermanos entre sí. Debes
enfrentarte a ti mismo y a tu capacidad de amar: es el único camino a tu
realización plena.
¿Cómo amar a todos,
Señor?
Hijo mío, estoy
decepcionado con todo lo que ha hecho el hombre. Esta noche quisiera tener tu compromiso
de amor, de entrega, de lucha. ¿Quieres comprometerte a amar? Para que yo, tu
Dios, pueda volver a creer en ti.
Sal ¡AHORA! al
encuentro de ese hijo tuyo abandonado, de esa anciana en su soledad, de ese hombre
sin trabajo, de aquel a cuyo corazón envilece el odio y el rencor, de esa
jovencita que aborta, de ese campesino con las manos callosas, sin esperanzas y
abandonado. Atrévete a amar, a darte plenamente, a trascender a tu tiempo.
Cuando vuelvas a mí quisiera ver tu esencia, que es el amor.
Se hizo un largo
silencio y agregó:
¿Te puedo pedir algo?
Deseo con todo el
corazón servirte. Dime, Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario